Mi cuerpo, en la oscuridad de la orilla del mar, dibujado por el tiempo en la arena; habrá pasado al infinito si soy más fuerte que el océano.
Casi me acaricia el llamado de un faro abandonado, como decir lo que otros dicen: casi la luz me ha tocado.
Y tan quieto yazgo ahora en mi lecho, cualquiera que me viese podrÃa imaginar que estoy muerto,
podrÃa estremecerse al mirarme creyéndome muerto.
Yo, que fui despojado de mi fuerza, y sin mover un músculo permanezco tendido. Más nada importa, yo siento que al fin me encuentro mejor.
Los llantos y los suspiros de oxigeno que ahogan fueron aplacados; y con ellos suena más fuerte el palpitar del corazón … ese horrible, horrible palpitar; que seria lo único que ahora perturba esta paz
Los mareos, las náuseas, el dolor implacable, cesaron junto con la fiebre que laceraba mi cerebro, con la fiebre llamada vivir que quema donde recuerdo.
Se calmó también la tortura, de todas la peor: esa horrible tortura de la sed por las aguas mortales del rÃo maldito de la pasión de un agua que fluye con un murmullo de canción de cuna; una canción que dice: que todo esta bien, que todo pasa como tiene que ser.
Pues para ello he bebido de un agua que apaga toda sed.
Mi espÃritu atormentado descansa blandamente, olvidando, jamás añorando sus rosas; sus viejos anhelos.
Y asà yace en paz, sumido en el sueño sin fin de la verdad y la belleza que el criterio mÃo expresa.
Ella se manifestó, ella me besó delicadamente, ella me acarició con ternura la punta del talón, y yo me dormà suavemente sobre su suave seno.
Cuando el calor se extinguió, ella me tapó cuidadosamente, y rogó a los ángeles que me protegiesen de todo mal, a la reina de los ángeles que me guardara de todo mal.
Y tan quieto permanezco en el manto que esconden realidades que abominan. Obra natural, divina que a la noche inspira y a sus estrellas salpica.
Despiértenme cuando no me vean, cuando de un paseo caminado con un peso de cero. Despiértenme cuando este muerto.
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