martes, 27 de marzo de 2018

El tren eterno ☔

Existe un tren que sale de una estación perdida de una ciudad sin nombre y en un país extraño para que todos a los que el amor ha hecho daño puedan comprar, si lo desean, un billete de ida.

Al llegar se les da, a todos los viajeros cualquiera que sea su edad y condición en el preciso instante de subir a su vagón una palabra de ánimo y un abrazo sincero 

Para seguidamente, y sin orden ni concierto, entregar a todos los presentes un cuaderno en el que pueden anotar con trazos tiernos todo aquello, ya sea mentira o sea cierto, que les ha impulsado a realizar el viaje. En pos de un olvido que se antoja imposible detrás de una esperanza apenas perceptible para el que necesitan el preceptivo pasaje. 

Cuando se pone en marcha, resuena en la estación un rugido que rompe el suave ciclo de la calma que hiere los oídos y que, sobrecogiendo el alma, hace surgir de pronto el miedo y rompe alguna ilusión. 

Y ya comenzó el viaje, los viajeros comienzan a escribir en el cuaderno todas esas cosas que causaron dolor, pero que eran tan hermosas,  que su lectura asombra.

Buscando en los recuerdos se pueden encontrar vestigios de besos consumidos y olvidadas caricias compartidas en abril, restos de tardes junto al mar y también como no, un regusto a injusticia. 

En forma de mensaje improcedente o de llamada no muy bien atendida o olvidadas en ese mismo instante.  De pruebas de cariño recibidas y brindadas.

Es la hora pues de esmerarse con la caligrafía de colocar notas que nadie leerá, de maratones de escritura uniforme, trazada con la energía que proporciona el hecho de plasmar emociones. 

Dentro de un buzón que rige el eterno Cupido en el que se depositan una a una las misivas, incluso aquellas que son más permisivas y llaman tanto al amor… como al olvido

Hay un cartero allí que recoge al instante escritos concebidos en forma de ilusiones, unos están llenos de rupturas y perdones y en otros la tristeza es lo que va delante.

En todo caso el cartero tan solo se limita a recoger lo escrito ya darle al escribano un fuerte abrazo y un apretón de manos que toda suerte de complicidad y sentimientos atrae.

Y luego, en cada estación, van bajando del tren los que en su día estaban más enamorados. quedándose al final tan sólo los mas desdichados; a quellos que, ya perdido el amor y en el olvido, no están tan bien. 

Bajan algunos en los andenes del perdón y el olvido que suelen ser los más solicitados del trayecto. Otros a quien la ira o la venganza ha consumido, buscan para cambiar, el instante perfecto 

Aquel en el que pueden hacer más daño a la persona a la que amaron sin medida a la que le dijeron tiernas frases hogaño ya la que deben, al menos, una despedida. 

Nadie conoce que ese tren en el que vienen no llegará nunca al final de su destino, y no porque se ignore cual es el camino, sino porque nunca jamás del todo se detiene. 

Pues los que esperan llegar al final en el amor son  aquellos que nunca han amado realmente. 

Y así cada viaje transcurre siempre de este modo, escribiendo cartas sin remites ni membretes; pero nunca el amor se puede recuperar del todo, tampoco suelen devolver el importe del billete. 

He comprado un pasaje para el tren en cuestión y  debo de hacer caso a lo que me dicta la razón o me pregunto ahora que aún no lo he cogido, si bien seguir pensando que lo tengo merecido.





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